
La organización del cierre de campaña de La Libertad Avanza en Moreno generó fuertes cuestionamientos debido a las condiciones del predio elegido, señalado por el Ministerio de Seguridad bonaerense como riesgoso e inseguro para albergar a miles de personas y al propio Presidente. Aun así, el gobierno nacional decidió avanzar con el acto en un terreno sin rutas de escape, con calles de tierra anegadas, escombros, escasa iluminación y un único acceso para militantes y funcionarios. La advertencia del ministro Javier Alonso no fue atendida y la responsabilidad final recayó en la Casa Militar, que avaló el evento.
La situación encendió la alarma en sectores políticos y sociales que ven en la insistencia de Milei una estrategia peligrosa, no solo por el riesgo físico sino por la tensión política que puede desencadenar. El propio Alonso recordó antecedentes recientes donde la improvisación en la seguridad presidencial provocó caos y exposiciones innecesarias, como ocurrió en Lomas de Zamora. La preocupación también radica en la posibilidad de que cualquier incidente sea utilizado por el oficialismo para victimizarse y manipular el clima electoral.
A esta polémica se sumaron las declaraciones del mandatario en una entrevista con Louis Sarkozy, donde aseguró que el kirchnerismo estaría dispuesto a atentar contra su vida como parte de un supuesto plan de desestabilización. Según Milei, la oposición busca destruir su programa económico, generar caos en las calles e incluso «inventar aberraciones» para desprestigiarlo. Con estas afirmaciones, el Presidente reforzó su retórica confrontativa y volvió a colocar el eje en la idea de un enemigo externo dispuesto a todo, dejando de lado las denuncias de corrupción que golpean a su gestión.
En paralelo, Milei sostuvo que el 7 de septiembre será una fecha decisiva en su objetivo de «sepultar al kirchnerismo» y reiteró su confianza en el rol de su hermana Karina en la construcción política de La Libertad Avanza. Sin embargo, sus palabras no despejan las sospechas sobre las irregularidades que salpican a su entorno y que motivaron críticas tanto de la oposición como de parte de la ciudadanía. La estrategia del Presidente parece centrarse en intensificar el enfrentamiento discursivo y en instalar la narrativa de un líder acosado, a pesar de que las fallas de gestión y los escándalos internos siguen marcando la agenda pública.