22 diciembre, 2024
ActualidadArgentina

La comunidad afro celebra el cambio de imagen de Blancaflor, pero advierte sobre muchas otras representaciones racistas

Referentes de diversas organizaciones de afroargentinos y afrodescendientes calificaron como «buena noticia» el cambio de imagen de la marca de harina Blancaflor, que ya no incluye la tradicional representación estereotipada de una mujer negra, pero advirtieron que «hay que hacer una autocrítica sobre todo lo que sigue vigente», como el hecho de que en la televisión y en los actos escolares se sigue usando la técnica de maquillaje llamada «blackface».

María Maga, de la Asociación Misibamba de afroargentinos del tronco colonial, dijo que «sin duda es una buena noticia el cambio, que es una respuesta al trabajo de las organizaciones de la sociedad civil afroargentinas y afrodescendientes en pos de desarticular la naturalización de muchísimas prácticas discriminatorias».

Hasta hace unos días, el logo de esta harina leudante era una mujer afrodescendiente con sus rasgos fenotípicos exacerbados, gorro y delantal blanco de cocinera, pero además con guantes blancos.

Para Maga, se trata de una imagen «ampliamente estereotipada» por su asociación a «la esclavitud en el período colonial».

«Los guantes blancos indican el lugar de servidumbre porque a los esclavizados se les obligaba a usarlos para no tocar con sus manos los alimentos ni ningún objeto de los dueños de las casas donde trabajaban», contó.

Además, hay actualmente otras marcas que utilizan en sus embalajes estas alusiones discriminatorias a las mujeres afro, como el caso de una conocida golosina con forma y relleno de banana y cobertura de chocolate.

«Hay muchos productos que se unen al estigma del personaje Blancaflor con productos de chocolate, caramelos que llevan determinado colorante», agregó.

Por su parte, la abogada, docente y activista afrodescendiente Patricia Gomes aseguró que «la imagen típica de la negra esclavizada que cocinaba, cuidaba a los niños y hacía las tareas del hogar» sigue vigente también porque «muchas de nuestras tías y abuelas, continúan haciendo los mismos trabajos –que son los más precarizados e informales- como consecuencia de que la pobreza estructural es parte del mismo fenómeno del racismo».

«Hay dos cuestiones: por un lado está buenísimo que después de muchos años años Blancaflor haya cambiado (su imagen corporativa) como parte de un movimiento internacional», agregó Gomes que integra la Sociedad de Socorros Mutuos «Unión Caboverdeana» de Dock Sud, de la Comisión 8 de Noviembre así como de la Organización de Afrodescendientes para la Formación y el Asesoramiento Jurídico (Oafro).

A nivel local, lo vinculó con el cambio experimentado por Nina, la amiga de Zamba en Paka Paka, que ya no lleva delantal ni pañuelo en la cabeza.

«Pero más allá de esto, me preocupa que ya hayan pasado dos décadas del siglo XXI y todavía tengamos muy vigente este tipo de representaciones de las personas afrodescendientes en productos, en publicidades, en la tele», dijo.

En ese sentido, puntualizó que en la televisión y en las redes sociales «se sigue haciendo ‘blackface'», es decir, sigue habiendo personas blancas que se pintan el cuerpo a la manera en que se lo hacía el teatro ambulante de EEUU del siglo XIX para representar a personas esclavizadas, que además eran retratadas de manera caricaturizada y en clave humorística.

«El blackface no solo deshumaniza sino que muestra a las personas negras en una situación de pasividad total, hasta de felicidad como si estar en esa condición de esclavizado es lo mejor que le puede pasar», agregó.

Los actos escolares por el 25 de mayo es otro espacio de socialización donde reaparecen estas prácticas, con el uso de corcho quemado.

«Pero además se representa a las personas negras de la época colonial como vendedores de empanadas o velas como si fuera el único papel que desempeñaron en ese momento», dijo.

Y eso lo que hace, además de reproducir, estereotipos, es esconder un montón de hazañas de personas afrodescendiente que fueron fundamente en las guerras independentistas, como María Remedios Valle o Josefa Tenorio», agregó.

Y si bien el antiguo logo de Blancaflor no puede considerarse blackface, tiene «la misma raíz racista» y «también el efecto es el mismo».

«Cuestiones que parecen solamente simbólicas, luego se traducen en prácticas concretas en las vidas de nuestras comunidades porque las personas crean que esa es la realidad, y cuando vamos a cualquier lado, te piden que bailes, hacen chistes sobre ser esclava o nos piden de tocarnos el pelo», contó.

Gomes explicó que, en general, quienes incurren en este tipo de comportamiento no tienen conciencia sobre su efecto «reforzador de esa imagen negativa que la sociedad tienen de las personas negras», siempre asociadas «a lo inferior y salvaje».

Prueba de ello mencionó la manera en que Marcelo Tinelli presentó al bailarín afro descendiente Juan Manuel Palao en su programa. «Cuando salió a la pista Tinelli desplegó todo su racismo diciéndole ‘este matambo’ y después le preguntó de dónde era, extranjerizándolo; en un minuto desplegó todo su racismo», dijo.

Para Gomes, este tipo de actitudes son producto del «racismo naturalizado» que no se decodifica como tal ni por quienes incurren en él ni por las audiencias blancas que lo contemplan y que, el caso de Blancaflor, permite que haya quienes reaccionan en contra del cambio, «con nostalgia porque ‘no va a estar más la negrita’ y excluyendo cualquier pensamiento crítico».

«Hace falta una política del Estado fuerte para empezar a desarmar estas cuestiones desde la educación, que es el primer lugar donde se instalan estas ideas con las que crecemos sin que a lo largo de nuestra vida haya alguna instancia donde cuestionarlo», dijo.

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