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El crudo relato en primera persona de la dramática realidad wichí

Al menos 32 niños wichís están internados por desnutrición, ese es el balance que dio a conocer el ministro de Desarrollo Social de la Nación Daniel Arroyo tras conocerse la noticia de que siete niños habían muerto por este motivo, por lo que el ministro de Defensa Agustín Rossi viajó a Salta para supervisar las tareas de perforación de pozos para la obtención de agua potable.

La Nación recorrió una de las comunidades en Salta y relató en primera persona el drama que viven las familias y sobretodo los menores cuya vida está en riesgo.

Gael Lucas Sambo tiene un año y cuatro meses, es uno de los niños que corre peligro de morir por desnutrición y vive en La Nueva Esperanza, una de las comunidades que integran La Puntana. Ubicado en la frontera con Bolivia, a 45 kilómetros de la localidad de Santa Victoria Este y dentro del departamento de Rivadavia, uno de los tres donde el gobierno salteño declaró, hace algunos días, la emergencia sociosanitaria.

La familia Lucas Sambo no tienen agua, como muchas familias en la zona, debido a que la bomba de la escuela que los abastece se queda sin presión durante el día y apenas salen unas gotas por la noche.

Unas 50.000 personas en las provincias de Salta, Formosa y Chaco pasan una situación crítica, los más afectados son aquellos que viven aislado monte adentro en la región del chaco salteño.

Referentes indígenas y profesionales de la Salud aseguraron que el desmonte en los últimos 10 años, el uso de agrotóxicos en los cultivos de soja y porotos, la falta de agua potable, la prohibición de cortar maderas utilizadas en la elaboración de artesanias y una cobertura médica insuficiente son algunas causas que llevaron a las muertes por desnutrición de la población wichí.

Hace menos de una semana, el gobierno de Salta anunció el lanzamiento de un operativo que recorrerá las zonas en emergencia, además de Rivadavia, Orán y San Martín y cuyo objetivo es «es comenzar a repartir los 40.000 módulos alimentarios que se entregarán durante cuatro meses en aquellos sitios donde no hay conectividad para implementar la Tarjeta Alimentar y que se comprarán con fondos del gobierno nacional».

El trayecto para llegar a las comunicades wichí es muy difícil: más de siete horas de viaje por ruta desde la capital de la provincia hasta el pueblo criollo, donde se abren los caminos de tierra a las comunidades. Cabe destacar que cuando llueve, como a principios de esta semana, se vuelven barriadas prácticamente intransitables.

En el caso de Gael comenzó un tratamiento para recuperar peso que incluye tomar antiparasitarios, vitaminas y hierro. Aunque sigue corriendo riesgo ya que su familia no tiene alimentos para darle.

Según un estudio de la Universidad de Salta, las tasas de mortalidad en menores de cinco años de la zona de Santa Victoria Este (31.94 cada 1000 nacidos vivos) triplican las de la Nación y las de la provincia y la de mortalidad infantil (muertes en menores de un año) las duplican. En un año que va desde el 12 de marzo de 2018 hasta el 12 de marzo de 2019, se registraron la muerte de 13 chicos y chicas de menos de cinco años integrantes de la comunidad.

De los 150 niños con déficit nutricional que se registraron en la zona, más del 68% no contaba con las proteínas que necesitan diariamente.

El hospital base de la zona es el de San Victoria Este y cuenta solo con cinco médicos generalistas de forma permanente y actualmente tiene dos ambulancias para un área operativa de 14.000 habitantes.

Rafael Pérez, cacique de La Nueva Esperanza, relató: «A veces por la noche sale un poquito. Una familia tiene una bomba y acarreamos con bidones. Cuando sale, el agua tiene piedritas y muchos bichitos. Solo en esta comunidad hay 23 familias en esta situación. Estamos sufriendo muchísimo», cuenta.

Los ranchos donde viven muchas de estas familias tienen terribles condiciones como techos de nylon y chapa que cuando llueve se moja todo o se vuelan con el viento.

Eliseo Juárez, otro de los caciques de la comunidad cerró : «A veces llamamos al hospital porque tenemos un chiquito con fiebre y nos dicen: ‘Está cerquita, vengan’. Pero si llueve los caminos se vuelven muy difíciles. No hay remedios. No hay médicos».

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